Ligado a los rituales religiosos y a la vida cotidiana, privilegio de los poderosos y consuelo de desdichados, vehículo de sociabilidad y objeto de intercambio económico, estímulo de los sentidos y fuente de salud, el vino ha representado una importante fuente de inspiración artística. Sin él resulta difícil entender la historia cultural de la humanidad pues es un don de la naturaleza que habla directamente a los sentidos, a los corazones y a los recuerdos. El conocimiento de la más civilizada de las bebidas, fruto de una tradición milenaria, propicia nuevas experiencias en el encuentro con otras gentes y paisajes y, al igual que el arte, nos invita a gozar de la vida. Conocer diferentes aspectos de la historia del vino, a la vez que disfrutamos de un itinerario particular por la Colección Permanente del Museo, constituye el objeto de este recorrido. Los cuadros que lo componen se mueven entre 1509 y 1919, cuatro siglos en los que la vitivinicultura transitó desde lo que podríamos llamar los saberes locales y empíricos de elaboración del vino hasta la génesis de la industria vinícola actual, fundada en una viticultura y una enología científicas.
«La música fue inventada para proporcionar felicidad al espíritu, al igual que el vino», escribe Cesare Ripa en su Iconología, un influyente libro de emblemas escrito en el siglo XVI. Desde tiempo inmemorial, una y otro se han estimulado mutuamente, como se aprecia en numerosas obras pictóricas que dan testimonio de este maridaje. Honthorst, una de las grandes figuras de la Escuela de Utrecht y difusor del caravaggismo en Holanda, se caracteriza por una pintura llena de teatralidad y por acusados contrastes de luz, que le valieron el apodo de «Gherardo delle Notti». Se ha especulado con la posibilidad de que este tipo de figuras pudieran ser alegorías de los sentidos, representando, en el caso que nos ocupa, el gusto. Por otra parte, algunos lienzos de temática similar hacen pareja con figuras femeninas, estableciéndose en ellos un diálogo de gestos en los que cabría percibir una cierta carga erótica. Cabe recordar la existencia en los países mediterráneos de una amplísima tradición popular de canciones relacionadas con la vendimia, que mezclan el vino con el amor y con el placer en la línea de las bacanales (con letras unas veces más «picantes» y otras más inocentes). También existía un género más moderno de canción de tabernas, propiamente masculino en sus contenidos y en su sentido, pues eran hombres los habituales de estos lugares. Hay asimismo una tradición musical culta que, inspirándose directamente en los motivos clásicos, une el vino con el amor e incluso con la inspiración. En la misma sala el visitante podrá admirar un lienzo de uno de sus discípulos, Jan Gerrit van Bronchorst, Joven tocando la tiorba (c. 1642-1645), que muestra a un muchacho tañendo un instrumento semejante al laúd barroco, tocado con un gorro decorado con lo que parece ser una rama de vid, planta consagrada a Baco, el dios del vino.
Si quiere que le ayudemos a organizar su visita al Museo para ver los cuadros relacionados con el vino, contacte con eventos@culturadelvino.org
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