Tras el parón obligatorio por la Covid-19, el Alcázar de Jerez abrió sus puertas y jardines desde el 29 al 31 de mayo para acoger la XI edición de Vinoble. Había muchas ganas de volver a este Salón, uno de los más populares entre sumilleres, distribuidores, productores y prensa, por esa combinación única de grandes vinos, coqueta ubicación, tamaño abarcable y ritmo amable de la cita, acompañada este año de temperaturas agradables.
La valoración por parte del Ayuntamiento de Jerez, organizadora del evento, es muy buena. “La cifra de visitantes este año ha sido de 8.000 personas, superior a la última edición de 2018, y ha repercutido positivamente en la ciudad. Sí que ha descendido un 3% el número de extranjeros, pero es comprensible dada la situación geopolítica actual”, explica Luis Flor, responsable institucional y presidente del comité asesor de Vinoble.” En general, tanto los expositores como los visitantes han salido contentos del Salón; el índice de repetición es alto”.
Entre las salas del palacio y las carpas de los jardines se distribuyeron los 42 expositores de esta edición, principalmente bodegas del Marco de Jerez pero también de otras denominaciones de vinos tradicionales de Andalucía, así como de Alicante, Canarias, Cava o Jumilla. Además de curiosidades como el hidromiel de La Rioja o la sidra de hielo sueca, había un puñado de stands de distribuidores y organismos con vinos de Canadá, EEUU, Francia, Portugal, Italia, Sudáfrica o el delicioso vinsanto de la bodega griega Hatzidakis, entre otros. Hay quien echó en falta más presencia de stands con zonas internacionales consolidadas, pero en general todo el mundo coincidió en que lo importante en la XI edición era volver al Alcázar y recuperar gradualmente la normalidad.