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La bella durmiente

El ciclo vegetativo de la vid se encuentra en una de sus partes importantes, el invierno. Esta bella durmiente ahora dejó atrás los verdes de la primavera y el verano, los dorados y rojos del otoño y pasa a ser menos bella de aspecto, pero con un proceso interno que podemos considerar de reseteo. Tras la vendimia, poco a poco se va paralizando la producción de savia en su «fábrica» -las hojas- pasando a un estado cada vez más espeso y localizado en los sarmientos y el tronco que quedan cargados de nutrientes. Las raíces también dejan de trabajar entrando toda la planta en una fase de letargo, su descanso estacional. Caen las hojas, inútiles ya, llega el frío y a finales de enero o febrero -en función de la situación geográfica y altitud del viñedo- se hace la poda. El viticultor corta aquellos sarmientos menos productivos, dando forma y altura a la planta previendo su próximo crecimiento y desarrollo.

El fundamento de esta labor de campo está en preparar la vid para la explosión de la primavera, cuando los nuevos brotes hagan que comience a tomar el aspecto y robustez que le permita crecer, llenarse de pámpanos y racimos cargados de la mejor uva que cosechar durante el final del verano y comienzo del otoño. Posteriormente se vuelve a repetir este ciclo de vida. La poda no es una tarea cualquiera, ya que la capacidad de producción y la calidad de la futura uva va a depender de manera importante de ella, por lo que si se hace de forma aleatoria y descuidada o por manos inexpertas tendrá una fatal consecuencia.

Localización fotográfica: Bodegas Viñátigo (La Guancha – Tenerife)

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