Está sentado, lleva un rato sin moverse. Piensa en la playa, en la arena fría. Imagina las olas y lo que siente cuando las cabalga subido en su tabla. De repente un ruido lo hace volver a la realidad. Su jefe, sentado al otro lado de una mesa en un restaurante, habla de informes mensuales, balances de gastos, cuadros de proveedores… Suspira, extiende su brazo, coge la copa y da un pequeño sorbo. Lo disfruta. Piensa que este vino iría perfecto en una de las puestas de sol que tanto le gusta sentir cuando sale agotado del agua. A ella también le gustaría…
Sin saber muy bien cómo, han terminado en la casa de él. Se conocen desde hace poco tiempo. Ella llegó a su trabajo como nueva directora de zona y enseguida sintieron la atracción. Hoy han quedado para cenar en un italiano y ahora están el uno frente al otro con una copa en las manos. Brindan y se miran a los ojos. El cristal que contiene el rojo líquido vibra con la electricidad del ambiente. Sin saberlo, ambos piensan en cómo sabrán los labios del otro mojados por el vino que acaban de probar. Como si fuesen mutuos reflejos de un único espejo, los dos dejan la copa en la encimera y se acercan lentamente…
Llueve y hace frío. Está frente a la ventana y mira una ciudad que le devuelve la mirada con una indiferencia vestida de desprecio. De vez en cuando pasa un coche y con sus luces fabrica efímeros reflejos sobre el asfalto mojado que no tardan en borrarse de su memoria. Se siente pequeña y sola. Acaba de leer el mensaje que él le acaba de enviar a su móvil. No vendrá, ni hoy ni nunca. Ha abierto la botella que compró para compartir con él. Las lágrimas se mezclan dentro de la copa y se da cuenta de una cosa que le dibuja una amarga sonrisa; Llueve fuera, llueve en su copa, llueve en su corazón… la calma será inmensa después de tanta tormenta…
Es febrero. El camarero está cansado. Hace un buen rato que terminó el día catorce y aún quedan clientes en el local. Ha sido un turno duro por lo especial del día, pero lo peor ha estado en la mesa siete. Llegaron pronto, con mucho dinero y poca educación. Han pedido lo más caro del menú. El vino no lo podría pagar ni con su sueldo de un mes… No han hablado entre ellos ni una sola vez (quizás ni se miraron) y cuando lo hacían era para protestar por algo que llegaba tarde o pronto, frío o caliente, dulce o salado… Piden la cuenta y dejan una propina desproporcionada, dejando claras las diferencias. Se marchan y no dan las buenas noches. Mientras recoge la mesa se promete a sí mismo que nunca permitirá que el dinero le robe el amor que siente por todo aquello que le rodea. Lástima de vino, pronuncia en voz baja…
En algún viñedo de El Sauzal. Tenerife. Canarias.