Hoy, como es habitual en muchos hogares, recibí en mi buzón un catálogo de vinos de una de las más importantes “grandes superficies” (no voy a facilitar nombres, porque entiendo que lo que ha ocurrido pasa por el estrés del trabajo cotidiano).
Me gusta recibir estos catálogos, porque, como consumidor, me da la posibilidad de ojear diferentes productos del mercado, de forma cómoda y cercana. Es más, muchos de estos catálogos, además de dar precios de los productos, también dan información, una buena forma de adquirir cultura general de vinos blancos, rosados y tintos de diferentes Denominaciones de Origen, amén del precio, que siempre viene bien mirar.
Tengo la costumbre de observar el espacio que dedican estos centros a los productos locales, en este caso a nuestros vinos canarios, por aquello de que consumiendo lo nuestro ayudamos a nuestra economía y por hacer comparativa. Miro cantidad, precios, colocación y fotografías.
Elaborar un catálogo con tantas referencias no es tarea fácil. Son muchas los productos que hay que controlar, nombre, denominación de origen y una fotografía digna de ser publicada, trabajo en el que intervienen, además del diseñador, colaboradores con los conocimientos necesarios para detectar posibles errores. Una auténtica locura.
Si a eso le añadimos las fechas en que estamos, próximas a las navidades, en las que todos los departamentos comerciales y de marketing de las diferentes empresas están echando chispas para conseguir compradores, las prisas, a buen seguro, serán una compañera inevitable que dará mucho la lata.
Ver las fotografías de los vinos canarios me causó una absoluta decepción por su mala calidad.
Culpo a las prisas y a la necesidad de sacar el producto al mercado antes que la competencia, pero no entiendo que se de una imagen desagradable de un producto que se quiere comercializar o como se permite que esos “borrones”, que es lo que percibía en un porcentaje elevado de las imágenes de los productos locales, pudiera representar a unos vinos de calidad.
Muchas veces se compra por la vista, y les garantizo que esos vinos (los de las fotos espantosas) no los compraría, o no podría comprarlos porque me resultaría imposible identificarlos en los lineales del supermercado.
No sabemos si las bodegas tenían conocimiento de los productos ofertados. No sería la primera vez que una bodega ve sus vinos en un catálogo del que no tenía constancia y se lleva una sorpresa por el precio que indica el catálogo, pero además se sorprenderá por la «mala imagen» de sus productos, y es que estoy convencido de que si se les hubiera informado, habrían facilitado fotos de calidad para la publicación y dar una «buena imagen» de un producto que lleva un gran esfuerzo elaborarlo y comercializarlo, como para que de un “mal brochazo” se elimine toda expectativa de venta.
¿Serán las prisas?.
Por: Ángel Gobierno