La carta de vinos de aquel hotel daba tristeza, sobre todo porque no era una excepción, sino más bien una norma bastante extendida. ¿Cuándo nos creeremos de verdad, TODOS, que Canarias es también Tierra de Vinos?
Hotel de 4 estrellas, Tenerife, perteneciente a cadena nacional de prestigio y situado en un enclave único de su geografía, ofrecía en su carta de vinos blancos, rosados, tintos y espumosos venidos de Cataluña, Aragón, La Rioja, Castilla León, Galicia, Andalucía, etc. Entre todos ellos -algunos de calidad discutible- sólo había una bodega canaria representada, con tres vinos. Era de Lanzarote. Peor aún era la carta del bar-piscina, ya que en ella simplemente no había ninguno; al pedir un blanco la opción fue un verdejo a 3€ la copa de una botella que cuesta poco más de 4€ en cualquier gran superficie, osea unos 18€ de rendimiento vendido por copas.
Sigue costando encontrar vinos de Tenerife o de cualquier otra isla en las cartas de restaurantes y hoteles -salvo honrosas y escasas excepciones-. Con una cifra anual de visitantes que ronda los 6 millones en esta Isla -unos 12 millones en el archipiélago- el dato no puede ser más desalentador. Ese Malvasía Volcánica seco a 22€ la botella da pie a pensar que el precio no es excusa para que no hayan más representantes de la gran calidad y variedad que nuestras bodegas elaboran. Por ese p.v.p. de salida puede cualquier carta encontrar suficientes referencias de blancos afrutados, secos, rosados y tintos canarios sin problema. Solo hay que querer.
¿Cuál es el problema entonces? Por una parte que las cadenas no apuestan por el producto local, eso está claro; por otra, manda la distribución, que deja fuera de los canales habituales a estos productos ya que no ofrecen una cifra importante de ventas frente a las grandes bodegas. Luego cuenta la gran atomización del sector, con tantas pequeñas bodegas, producciones limitadas y muchas denominaciones de origen quizás también.
Se sigue perdiendo oportunidades, tanto privadas como públicas, para caminar juntos de verdad y con fuerza en la promoción y en la lucha por ocupar el hueco que los vinos canarios de calidad merecen desde hace tiempo. En medios de comunicación -prensa y televisión- internacionales no es raro encontrar reportajes donde se les menciona por ser diferentes, únicos, fruto de un territorio que otorga una características que solo en las Islas Canarias, con un suelo y un clima especiales, se pueden alcanzar. Pues en casa, en tantas y tantas tascas, restaurantes y hoteles siguen sin hacerle caso a estas especificidades. Y, casi lo peor, desde el propio sector y algunas administraciones tampoco se hace demasiado al respecto. Al menos no se hace unidos.
El sector vitivinícola canario es poco corporativista -como ocurre también en otros- viendo siempre al rival comercial en casa y no tanto al que viene desde otras latitudes, avalados además por ciertos “apellidos” de denominaciones de origen que han sabido vender bien su nombre ligado a una supuesta calidad siempre. Se envidia aquellas tierras donde el producto local está perfectamente definido y presente en las cartas y las recomendaciones de sumilleres y camareros.
Cuántos de tantos turistas, nacionales y extranjeros, sin que tengamos que incluir necesariamente a los que solo vienen lowcost o de “todo incluido” -todo menos calidad claro-, se marchan sin haber probado uno de nuestros exquisitos vinos… Vijariegos, tintillas, listanes, albillos, marmajuelos, babosos, malvasías y un largo etcétera que pueden colmar los sentidos de maravillosas sensaciones y que seguimos dejando que se vayan “en blanco”.
¿Para qué tener once denominaciones de origen en las Islas?