Muchas veces la viticultura no es de grandes extensiones, fincas mecanizadas y situadas al borde de carreteras de fácil acceso; de eso sabemos mucho en Canarias, donde nuestra marcada orografía define y diferencia una viticultura heroica, de manera especial en algunas partes de Gran Canaria, El Hierro, La Gomera, La Palma o Tenerife. Europa tiene importantes ejemplos de cultivos situados en terrenos casi imposibles, o como mínimo necesitados de un gran esfuerzo humano para explotarlos. De hecho existe una organización que agrupa a estas regiones, se trata del CERVIM, y trabaja en la investigación, salvaguarda, coordinación y valorización de la viticultura de montaña. Anualmente patrocina un concurso internacional «Mondial des Vins Extremes». Como requisito para participar, los vinos han de estar producidos en zonas con marcado desnivel -superior al 30%-, situados por encima de 500 metros de altitud sobre el nivel del mar, en terrazas o de pequeñas islas. Muchas parcelas canarias cumplen varias de estas especificaciones. A nivel nacional es muy reconocida la viticultura extrema que se lleva a cabo en Galicia, concretamente en el cañón del río Sil, donde las fuertes pendientes y los pequeños bancales producen los vinos que atesora la Denominación de Origen Protegida Ribeira Sacra. En Canarias hay muchos ejemplos, casi desconocidos para el consumidor habitual pero que cuando son descubiertos justifican sobradamente el pequeño sobrecoste que supone adquirir un vino canario elaborado en estas perdidas parcelas de nuestra geografía.
Hoy les vamos a trasladar a la isla de Tenerife, a un paraje dentro del Parque Rural de Anaga muy frecuentado por senderistas que diariamente recorren sus escarpados barrancos. El Caserío de El Batán -o Los Batanes- pertenece al municipio de La Laguna y está situado en la parte baja del Barranco del Río. Históricamente fue conocido -de ahí viene su nombre- por los batanes, máquinas generalmente hidráulicas que se utilizaban para el tratamiento de las fibras de lino, aprovechando la corriente de agua que este barranco proveía y las plantaciones de esta planta que abundaban en él. En la actualidad queda un pequeño vestigio de esta labor agrícola en las llamadas Cuevas del Lino.
Antiguamente el duro trabajo del cultivo de la vid se veía incrementado por las fuertes pendientes que había que salvar hasta lograr acceder a la carretera que llegaba hasta el caserío del Batán de Abajo. Desde hace algunos años, los conocidos winche -el nombre viene de una de las marcas más famosas de este tipo de motores- fueron aliviando en parte estas penurias y facilitando el transporte mediante cable y una jaula metálica de elementos que bajan al cultivo o la bodega o suben una vez elaborado el vino o realizada la vendimia.
En El Batán se encuentra la única bodega que elabora vino con denominación de origen dentro del Parque Rural de Anaga; una pequeña bodega familiar, Cuevas del Lino, que ha sabido mantener el cultivo de la vid en estas duras condiciones. Elabora bajo el mismo nombre y marca «Cuevas del Lino», de hecho está situada justo al lado de las mismas en el fondo del barranco, bajo la D.O.P. Tacoronte-Acentejo. Este vino tinto joven se consigue principalmente a partir de uvas de Listán Negro (85%) Vijariego Negro y Negramoll; sus parcelas se asientan en pequeñas laderas del barranco hasta alcanzar una superficie total de 1 hectárea de cultivo. también, pero casi de manera testimonial, se obtienen racimos de variedades blancas como son las Moscatel, Malvasía o Marmajuelo. Durante unos años incluso mantuvieron el cultivo en ecológico, pero las condiciones climáticas de estos barrancos de Anaga hacen inviable mantener económicamente un 100% de agricultura ecológica,entre otras cuestiones por los continuos tratamientos necesarios al haber una carga de humedad importante, frecuente nubosidad baja, etc. ; en la actualidad su viñedo se combina también con las formas tradicionales de mantenimiento pero intentando mantener los procesos naturales y usando exclusivamente abonos orgánicos.
Como en este enclave de la isla y sin abandonar el macizo de Anaga, la viticultura ha estado presente de generación en generación ofreciendo vinos para consumo propio o local, llegando en ocasiones a poderse adquirir en mercados fuera de la zona. De manera especial se desarrolló desde antaño el cultivo de la vid en la zona de Taganana, perteneciente al municipio de Santa Cruz; cuando practicamos senderismo y hacemos la ruta desde la playa de Tamadite -o Tamadiste-en Afur hacia Taganana llegamos a la zona de El Chorro -nombre dado por una toma de agua que abastecía cultivos y casas- con abundantes parcelas de viña y salpicada de antiguos lagares exteriores de piedra, frecuentes también en otros caseríos hacia la punta de Anaga. Cualquier visitante a las casas era recibido con un vaso de vino local como señal de bienvenida. Habitualmente sus vinos se elaboraban utilizando uvas tintas y blancas mezcladas, lo que otorgaban un color y sabor muy característico y únicos.
De esta manera se ha ido conservando durante siglos, entre abruptos barrancos, la presencia de la vid y la elaboración de vino, artesanales la gran mayoría, con la influencia del alisio que entra precisamente por esa parte de Tenerife y que tan bellas postales regala al visitante. No es difícil recorrer estas carreteras entre densa niebla mientras en las ciudades de Santa Cruz o La Laguna el calor del verano deja una intensa huella, con diferencias de más de 10 grados en apenas 12 o 15 kilómetros recorridos.
En la segunda quincena de agosto o septiembre, en función de la climatología, podemos asistir en El Batán, Taganana u otros enclaves del macizo al espectáculo de una vendimia diferente, dura, que pone de manifiesto lo que realmente supone tener una viticultura heroica, extrema. Quizás nos demos cuenta entonces de la importancia de poner en valor este tipo de productos locales, que con cierta facilidad podemos tener al alcance de la mano en una tienda, tasca o restaurante, sin darnos cuenta siquiera de cuánto esconde esa botella aparte de vino. Descubramos también de Canarias estos tesoros escondidos, sus vinos más curiosos, intensos, cargados de esfuerzo, de suelos únicos y paisajes inigualables.
Fotos: cortesía de «Cuevas del Lino» y propias de Bodega Canaria.