Posiblemente nos hayamos acostumbrado a leer o escuchar en muchas ocasiones la expresión «caldo» haciendo referencia a un vino; incluso a veces se utiliza queriéndole dar cierto empaque de elegancia y buen gusto, nada más desacertado. En la actualidad, el diccionario de la Real Academia Española mantiene en una de las acepciones del significado de la palabra vino lo siguiente «Jugo vegetal, especialmente el vino, extraído de los frutos y destinado a la alimentación. Un ejemplo: La Rioja es famosa por sus caldos»; atendiendo a ello se puede indicar que el uso de caldo por vino es gramaticalmente correcto y que probablemente haya llevado a generalizar tal expresión en algunos círculos la falta de sinónimos del témino y tal vez un exceso de esnobismo o falsa elegancia. El lenguaje da suficientes recursos como para que escribamos y hablemos del vino y sus características sin tener que utilizar esa palabra que nos hace pensar más en un líquido caliente cocinado, normalmente a partir de verduras, pescados o carnes, que en esa preciada consecuencia de la fermentación del mosto del uva; sinceramente el vino merece mucho mejor trato. Blancos, tintos, jóvenes, afrutados, espumosos, crianzas, etc., etc., etc., son las palabras que debemos tener en cuenta cuando necesitamos evitar reiteraciones; muchas veces la prensa, sobre todo la no especializada, hace abuso de ese caldo en sus noticias y reportajes, haciendo un flaco favor a la bebida más social que se conoce, el VINO.