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Inspiraciones (II): La Bodega

juanma-izquierdo

Han coincidido por casualidad y como llevan haciendo toda su vida se saludan con el corazón, sin dejar dudas sobre la sinceridad de la alegría ante el encuentro. Se conocen desde hace tanto tiempo que podrían intercambiarse las arrugas y la piel no darse cuenta. La suma de sus años sobrepasa los dos siglos y han vivido incontables experiencias, tantas, que como bromean a veces, no ha nacido el valiente que las viva todas juntas.

 

De los tres, uno vive aquí, y sin dudarlo hace pasar a sus amigos al interior de su casa, pero no a la cocina o al salón… Los lleva a la bodega, el lugar donde las conversaciones son religión y donde el tiempo se acomoda a los reflejos de la luz en el cristal de los garrafones. Se sientan en unas butacas hechas con trozos de madera que el mar fue olvidando en la orilla y por mesa tienen una bobina circular en la que venía enrollado el cable de teléfono con el que hicieron la instalación en el caserío. Después de varias semanas de abandono, terminó en la bodega y siempre se ríen cuando la llaman por su apodo, «la operadora», porque según ellos no ha existido telefonista que haya gestionado tantas conversaciones.

Sobre la mesa, tres vasos y una botella de malvasía. El vino es transparente, con un ligero tono tostado, tiene lo justo de dulzor y es lo bastante fuerte como para levantar a un muerto de la tumba, comentario que hacen después de brindar y tomar el primer vaso casi de un golpe. Hablan despacio, hace tiempo que dejaron las prisas abandonadas en un rincón. Lo hacen sobre el tiempo, sobre los amigos que ya no están, aventuran cómo será la próxima vendimia, recuerdan amores de la juventud y alguna pelea que por ese motivo tuvieron que lidiar. Intercambian opiniones sobre los logros de sus hijos y también comentan que el futuro está jodido si va estar en manos de unos nietos que no levantan la cabeza de un teléfono con «wasá de esos»…

Y así pasa el rato, a veces en silencio, aunque es en esos momentos cuando con las miradas se dicen lo verdaderamente importante. Miradas forjadas tras vidas llenas de dificultades. El vaso vuelve a estar lleno, lo alzan, brindan, y simplemente asienten con la cabeza. Sobran las palabras…

El Chorro. Taganana. Anaga. Santa Cruz de Tenerife. Canarias.

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