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Esperando…

Toca esperar, falta poco, pero aún los racimos han de terminar de crecer, de madurar, de mostrarnos todo su potencial. Cuando el verano avance camino del otoño será el momento de respirar tranquilos tras las tensiones y miedos pasados desde el invierno o de preocuparse por no haber hecho del todo bien el trabajo durante el año y tal vez maldecir algo al clima, benigno casi siempre para el turismo de las Islas Canarias, pero no tan propicio a veces para la agricultura, para la vid; posiblemente sea causa del llamado cambio climático, de que las temperaturas o los regímenes de lluvias no se comporten según el calendario “reglamentario”, pero sí es cada vez más habitual encontrarnos años con cosechas que barruntan mediocres resultados.

Momento del "Envero"

Momento del «Envero»

Llegados a este punto, para generar buenas esperanzas, hay que destacar la excelente labor de cada vez más viticultores y bodegueros capaces de reconquistar la tierra, de predecir y luchar contra los elementos naturales con buenas armas: su tesón, su experiencia y los conocimientos adquiridos. Hace tiempo que ha quedado atrás, aunque no esté aún bien reconocido por todos, la época en que beber un buen vino canario suponía más un acto de suerte que de habitual encuentro. Han tenido que pasar una prudencial cantidad de años, no tantos, para que el “vino del país” -a veces no se sabía bien de qué país se trataba-, aquel que sólo veía el interior de los garrafones y auguraba muchas veces un despertar al día siguiente un tanto confuso y doloroso, se transformase en un producto de calidad reconocida, a veces más fuera que dentro de las Islas, digno de ser descorchado en cualquier mesa y ante cualquier reto culinario.

Es momento de alardear de lo que se hace bien, de descubrir algunas de las particularidades que los hacen únicos al ser producidos en una tierra diferente, de suelos que aportan cualidades que en otros lares envidian. Canarias no es territorio de grandes producciones, pero sí es un lugar donde sus vinos son característicos y especiales. Hasta no hace mucho tiempo destacaban los blancos, la mayoría obtenidos a partir de la tradicional Listán, también los dulces que de uvas Malvasía atrapaban paladares desde siglos atrás. Pero poco a poco la labor de unos recuperando variedades olvidadas, de otros experimentando con la altitud y los métodos de elaboración han ido labrando una sólida base donde asentarse. Coupages y monovarietales, vinos de autor, caprichos y atrevimientos van cada vez más llenando un hueco que estaba muy vacío, el de los vinos canarios de calidad.

No pueden ganar por el precio. Quien sepa o haya visto donde se cultiva la vid, cómo se vendimia y las pequeñas cantidades que se producen con el agravante del aislamiento geográfico que encarece todo tipo de mercancías que tenga que venir hasta Canarias, sabe que es costoso, muy costoso. No pueden competir en precio, pero sí en calidad y especificidades únicas. Compiten en saber adaptarse perfectamente a cualquier gastronomía. De aquellos blancos pioneros y tradicionales tintos hemos pasado a un amplio repertorio de opciones. Las Listán Blanco y Negro, Negramoll, Tintilla, Moscatel, Malvasía, etc., se han enriquecido con los rescates de varietales muchas veces olvidados por su escasa rentabilidad o complejo cultivo: Baboso Negro, Marmajuelo, Gual, Albillo, Vijariego… Y las incorporaciones de Cabernet, Syrah, Tempranillo y otras, venidas para potenciar colores, aromas y sabores.

Hay que investigar, atreverse, documentarse y probar. No todo lo que viene de otras tierras, muchas veces con apellidos ilustres, es lo mejor. Esas denominaciones famosas también tienen vinos mediocres y también tienen bodegas poco cuidadosas de su calidad. ¡Tantas veces el desconocimiento nos ha llevado a seguir simplemente esos apellidos o determinadas palabras claves -crianza, reserva…- para creernos que estábamos ante el chollo del año y al final nos llevábamos a la copa uno de tantos tintos o blancos que se iban sin pena ni gloria. Tantas veces!

Ahora falta que la espera que abría este artículo sea la deseada, fructífera. Y que una vez más nuestros vinos sorprendan y enamoren, que lleguen con una primavera de 2017 cargada de nuevos premios en grandes concursos nacionales e internacionales, que a eso ya nos tienen acostumbrados.

 

¡Feliz espera!

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