Por Apeles Rafael Ortega Pérez (La Pipa de mi abuelo)
Publicado en la revista Bodegacanaria (edición impresa) en marzo de 2005
Un colega mío que trabaja en un periódico de Las Palmas de Gran Canaria quiso aprovechar unas vacaciones de invierno para hacer turismo en Tenerife y, amigo del buen beber, adentrarse en sus comarcas vinícolas. Llegó acompañado de la contable de una empresa concesionaria de automóviles de la misma ciudad; de un fisioterapeuta que trabaja en Fuerteventura; de un funcionario de la administración del Estado, con destino en Lanzarote; de una agente de seguros que opera en Maspalomas y otras zonas del sur grancanario y de otras tres personas que se unieron al grupo.
El Teide, Teno o Anaga fueron, como ocurre en estos casos, las visitas de rigor, pero el interés de su estancia era el enológico y sus mayores deleites fueron con un blanco del sur, de los parrales que crecen en los bordes de las huertas, con el que acompañaron un puchero que les sirvieron una tarde en los altos de Arico, mientras observaban el vuelo de unas golondrinas desde la terraza de la bodega, o con un tinto de Santa Úrsula, en la otra ladera de la isla, y la carne tierna de cochino asada con leña que les ofreció Corviniano, a quien llaman el Cubano, en su establecimiento de La Corujera, camino de Las Turcas muy arriba, a mano izquierda.
Siempre he querido recomendarles este sitio, desde el que a veces también se disfruta de las golondrinas con su cola ahorquillada y su canto gorjeante emitido al vuelo, pero, no sé la razón, se me ha olvidado en pipas anteriores.
Lo curioso de este grupito tan heterogéneo de viajeros es que algunos de sus componentes no se conocían antes de unirse para su viaje vinícola. Además, quienes ya habían visitado Tenerife, se limitaron a Santa Cruz y La Laguna y, aparte de estas ciudades, sólo vieron el muelle o el aeropuerto. Sin embargo, iban a tiro hecho y apenas necesitaron preguntar para llegar a esos lugares y a otros que deseaban. Mi colega me había consultado inicialmente a través de internet, medio que luego él utilizó para comunicarse con un tercero, quien a su vez hizo lo propio con un cuarto… hasta que al final todos estaban en contacto y todos conocían el camino y sus sorpresas gracias a la red que se tejió en internet, que incide cada vez más en todos los ámbitos y facetas de la sociedad.
Ya abundan, incluso, los matrimonios cuyos cónyuges se conocieron por internet, y las empresas aprovechan para expandirse las ventajas, hasta ahora impensables, que les ofrece el invento, como ubicuidad, velocidad o ausencia de fronteras. El mundo del vino no es ajeno a estos avances y bodegueros de toda España los aprovechan para comercializarlo a través de este nuevo medio, aunque cabría preguntarse si los canarios están asumiendo lo suficiente las posibilidades, las oportunidades de mercado que les proporciona. Si están haciendo, a escala empresarial y de mercado, lo que mi colega y su heterogéneo grupito hicieron a escala personal.
Es cierto que muchos ya tienen portal en internet, al igual que los consejos reguladores, las administraciones y otros organismos y entidades relacionados con el vino. Esta misma revista, como toda publicación que se precie, también tiene el suyo, y entre los últimos de los que tengo noticia figuran winenet.com, que ha impulsado la Mancomunidad del Norte del Tenerife en beneficio de los viticultores de los nueve municipios mancomunados, o asviten.org, de Asociación de Viticultores de Tenerife.
Pero portales como los señalados son más un servicio de información y asesoramiento a los viticultores de una zona que un proyecto de difusión de sus vinos más allá de las fronteras locales. Si consultamos, y para muestra vale un botón, el que quizá sea el portal vinícola de internet más conocido de España, y posiblemente también al que más se recurre en el extranjero para conocer vinos españoles, elmundovino.com, se apreciará pronto que la presencia canaria es muy difusa y que es preciso navegar bastante para localizarla, y es bien conocido que al internauta medio le gusta ir al grano sin perder tiempo, tanto si le mueve la curiosidad personal como si tiene un interés comercial.
Abrimos el portal de elmundovino.com y su escaparate o página de inicio nos ofrece profusión de noticias relacionadas con el vino, la industria y el mercado vinícolas en la Península, en Europa, en América, en Australia o en Nueva Zelanda. Queremos buscar sobre Canarias y con el ratón hacemos clic en el recuadro que abre la página de ‘regiones’. Aparece entonces un mapamundi y, con un nuevo clic sobre España, se ofrecen 17 posibilidades entre las que elegimos, como es nuestro propósito, la que nos lleva a los caldos canarios.
Tras toda esta singladura, elmundovino.com nos ofrece de Canarias los apartados Abona, El Hierro, La Palma, Lanzarote, Tacoronte-Acentejo, Valle de Güímar, Valle de La Orotava, Ycoden-Daute-Isora y ‘Otros de Canarias’, opción esta última que aparece vacía. El portal, por tanto, no informa ni de La Gomera, última denominación de origen reconocida del archipiélago, ni de Gran Canaria. En un portal que se dedica con preferencia a todos los vinos de España, sus responsables tienen mucho trabajo y siempre habrá cosas que se les escapen, pero, ¿por qué nosotros no los hemos informado? Nada nos lo impide, pero no lo hemos hecho. Culpa nuestra.
Si continuamos la navegación en este portal, cada una de las opciones anteriores sobre Canarias nos remite con el correspondiente clic a un listado de bodegas. De cada una, con nuevas pulsaciones sobre el ratón, se informa someramente de su historia y se da su correo electrónico y el enlace con su portal de internet, si los tienen… o si se han molestado en comunicárselos.
Ahora viene lo más interesante, y casi lamento decirlo. Otro clic con el ratón nos conduce a la página ‘vinos catados de esta bodega’, que además puntúa su calidad desde 1 hasta 20, y descubrimos con desolación que son muy abundantes aquellas de las que los especialistas de elmundovino.com no han catado nada. Alguna hasta dispone de vinos premiados, pero no se ha molestado en enviar unas botellas al que quizá sea el portal vinícola más consultado.
Todavía hay más. Entre las bodegas que sí se tomaron la molestia de mostrarle sus caldos, son mayoría las que lo hicieron una vez y después no repitieron, pues las catas que ofrece elmundovino.com son de vendimias de 2002 o de 2000, incluso de 1999, y, por lógica, ya carecen de interés refiriéndose a vinos jóvenes, a pesar de que, en general, alcanzan puntuaciones en esa escala del 1 al 20 de 13 y 14, que el portal califica de «buen vino, por encima de la media».
A internet se la ha llamado, con acierto, la red de redes, pues abarca un conjunto extensísimo de puntos que une con líneas. Los puntos son personas, grupos, empresas, entidades de todo tipo, y las líneas indican cuáles interactúan con cada una de las otras. Podemos, por supuesto, pensar que todo el conjunto genera una red de este tipo. Que hoy todo está en internet, incluso que internet lo es todo.
Cada territorio vinícola ocupa una posición en la estructura de internet, cada uno tiene unos recursos valorados por los otros, y los vínculos expresan la posibilidad de acceder a dichos recursos. De esta forma, la estructura de internet es una estructura de oportunidades, de intercambio entre actores y el poder de cada territorio dependerá de la posición que ocupe en internet, máxime en un mercado cuyo vuelo es como el de las golondrinas que veían mi colega y sus acompañantes: constante, veloz… y con cambios repentinos de rumbo.
Hay una película de Christian Carion, ‘Una golondrina hizo la primavera’, que en España se estrenó con el título ‘La chica de París’ (imagino que por caprichos de los distribuidores cinematográficos). La golondrina en cuestión es una joven informática, Sandrine, que harta de la vida urbana abandona París y se establece como granjera en la meseta de Vercors.
Al viejo Adrien, a quien ha arrendado la granja, le reprochan sus colegas que haya dejado el ganado y los cultivos en manos de una jovencita forastera. Y él, de vuelta de todo tras una vida sacrificada y dura, les contesta: «Mientras nosotros estamos aquí, sin hacer otra cosa que quejarnos, ella ya ha vendido todo su queso a los alemanes. ¡Por internet!».
Si lo que se desconoce, lo que no se ve, no se vende, nuestro fallo ha sido menospreciar la presencia en esos portales que, como el de elmundovino.com y otros similares, son un excelente camino para estar en los escaparates del mercado.
Tal vez tendríamos ahora mayor representación en ellos si, actuando como agentes comerciales, les hubiésemos proporcionado información suficiente, todos los enlaces precisos, todas las invitaciones a nuestros acontecimientos y promociones que fueran necesarias y, sobre todo, les hubiéramos dado a catar un año sí y el otro también los mejores vinos de cada vendimia, aquellos que obtienen galardones dentro y fuera de Canarias.
Y tal vez en esos portales las calificaciones de los vinos canarios no serían como la citada de 13 y 14 («buen vino, por encima de la media»), que no está nada mal, sino de 15 y 16 («muy buen vino»), 17 y 18 («gran vino»), e incluso de 19 y 20 («vino extraordinario»). Los tenemos merecedores de esta última calificación, pero parece que no queremos que se sepa, que nos da vergüenza que medio mundo se entere a través de internet.
Hay que conquistar internet. A riesgo de caer pesado, repito que las oportunidades del vino canario serán directamente proporcionales a su presencia en internet, un medio que hoy es casi todo. En una novela de Alejo Carpentier, un dictador sudamericano recién derrocado pide asilo en un consulado de los Estados Unidos. «¿Figura usted en la enciclopedia Larousse?», le pregunta el cónsul. «No», le responde. «Pues entonces está usted jodido». Y hoy día internet es la enciclopedia de las enciclopedias.
Como en el arpa de Gustavo Adolfo Bécquer, el reto es lograr que internet sea para el vino canario la mano de nieve que lo saque del ángulo oscuro de ese salón tan amplio que es el mercado, y la voz de Lázaro que le diga levántate y anda. Que internet difunda por todo el mundo el genio que duerme en el fondo de su alma y, como ocurrió en el pasado, el mercado vuelva a aprender el nombre de Canarias. Entonces, satisfechos, podremos decir como el poeta:
Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y, otra vez, con el ala a sus cristales
jugando llamarán;
Y lo diremos satisfechos porque habremos evitado la siguiente estrofa:
pero aquéllas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha al contemplar,
aquéllas que aprendieron nuestros nombres…
ésas… ¡no volverán!