El Museo de Interpretación del Gofio de Garafía (La Palma) es la sede de la final del Concurso Oficial de Gofios Agrocanarias 2017; hoy jueves el jurado de expertos catará aquellas elaboraciones que pasaron la fase previa celebrada hace unos días en la Escuela de Capacitación Agraria de Tacoronte (Tenerife). 37 muestras son las que optan a los premios en cada una de las 4 categorías (Trigo, Millo, Trigo-Millo, Mezclas) o las distinciones especiales que este concurso concede (Mejor Gofio de Canarias, Mejor Imagen y Presentación, Mejor Gofio de Grano Local o Mejor Gofio Ecológico). Cabe destacar que las bases condicionan que el galardón de Mejor Gofio de Canarias solo puede recaer en uno que esté bajo la protección de la Indicación Geográfica Protegida Gofio Canario (IGP), sello europeo de protección y garantía para nuestro emblemático producto. Mañana viernes el ICCA, organizador del mismo, dará a conocer públicamente los premiados.
El Museo de Interpretación del Gofio (MIGO):
Se inauguró el 2 de abril de 2016, en el antiguo molino de Las Tricias; recibe el nombre por el pago donde se encuentra ubicado. Este molino, que introdujo las innovaciones aportadas por Isidoro Ortega, estuvo dando servicio hasta 1953. Del inicio exacto de su actividad no hay constancia, solo sabemos que en 1908 ya estaba dado de alta en la contribución. Buscando mejores condiciones eólicas, y por ende mejor rendimiento, en 1915 se trasladó de emplazamiento desde la vivienda familiar donde se encontraba, en la calle El Polvillo (Los Hondos) hasta la ubicación actual (Montaña del Molino o del Canario).
Sus primeros propietarios, Santiago Martín y Evaristo Pérez Rocha, acabaron vendiéndoselo al carpintero que lo construyó: Antonio Acosta Rodríguez. Desde entonces es su linaje el que estuvo al frente y continuó con la molienda, su hijo Cristóbal Acosta y su nieto Evelio Acosta García, tres generaciones, quienes desempeñaban tanto la función de molinero como la de carpintero reparando las piezas de madera dañadas. Padre e hijo hacían turnos mientras el molino estaba en funcionamiento porque “no paraba de moler” siempre que las condiciones meteorológicas lo permitieran. En este caso la jornada de trabajo se podía alargar mucho más allá de la puesta de sol.
A este molino acudía gente de todos los pagos de Garafía. Debido a la privilegiada situación de las instalaciones, los que vivían en su entorno podían ver sus aspas y saber si estaban o no en funcionamiento para llevar el grano. De todos modos, si el molinero terminaba de molturar el grano acumulado, y las condiciones de viento eran las adecuadas, avisaba a los vecinos tocando el bucio(bocina hecha con una caracola de mar grande) de la disponibilidad para seguir molturando. Según las condiciones del viento el molinero añadía más menos velas de madera, en muchas ocasiones a la luz de un farol.
En 1945 los propietarios compraron un motor para auxiliar al molino de viento y durante 8 años dispusieron de los dos medios para moler, hasta que paran definitivamente el sistema eólico. Es a partir de 1954 cuando empiezan a trabajar solo con la molina (molino de motor), que daba mejor resultados. Sin embargo, los vecinos coinciden en afirmar que “el gofio del molino es mejor que el de la molina”.
Los molinos eran importantes puntos de encuentro, convertidos en mentideros sobre todo en las épocas de ausencia de viento, cuando esperaban hasta el anochecer por “el terral de la cumbre” para poder moler y llevar de vuelta a los hogares el grano ya transformado en gofio. Cuando llegaban las fiestas se solía moler trigo sin tostar para hacer pan, el molinero tenía asignado un día determinado para triturar el cereal, dado que tenía que limpiar las piedras tanto antes como después de utilizarlas para este fin. El boca a boca entre los vecinos era el medio más eficaz para que estos conocieran cuando, de manera excepcional, se fabricaba harina en lugar de gofio.
Desde el año 2000 este molino es propiedad del Ayuntamiento de la Villa de Garafía, que se ha encargado de su restauración.