Por Javier Sánchez-Migallón (director de El Correo del Vino)
Quizá no sea tema para un artículo, pero es que cada vez que lo veo en la televisión, cine, etc., me pongo de los nervios. Será por deformación profesional, o que me fijo demasiado, pero es difícil ver a alguien coger la copa correctamente a la hora de beber el vino.
Tampoco soy de los puristas del vino, en el aspecto de lo inamovible de las costumbres; siempre he sido un enemigo acérrimo de los corsés que en muchos casos se les pone al vino y en su entorno, y a las pautas preestablecidas que se deben seguir, tanto en los vinos, servicio de los mismos, etc. Antes bien, me gusta liberalizar todo esto y desatar lazos. Escritos tengo artículos en los que lo digo bien claro: no hay que estudiar un máster para beberse un vino, todo lo contrario, hay que simplificarlo. Sin embargo, no puedo evitar que me siente mal que, cada vez que sale alguien bebiendo vino en la televisión, nadie, en la mayoría de las ocasiones, coja la copa adecuadamente, es decir, por el tallo de la copa. Todos, fíjense, la cogen por el cáliz. No lo considero inmovilismo, lo que pasa es que, primero, manchas de huellas la copa, y, sobre todo estética aparte, calientas el vino. Además, no es lo mismo coger la copa por el tallo que con la mano entera por donde contiene el vino, privándote de lo agradable que es ver el vino.
Un sitio donde lo pueden ver cada noche es en el programa que sale en Cuatro, tras las noticias de la noche, llamado First Dates: un programa de citas a ciegas cuyo escenario es un restaurante. Me agrada mucho, hay que admitirlo, que la inmensa mayoría de los asistentes tomen vino, de todas las edades y condiciones, son pocos los que toman otras cosas. Pero a la hora de coger la copa, lo hacen con la manaza abierta y cogiéndola con la mano entera. No solo en este programa, en otros muchos, también en películas, cuando cogen una copa de vino, muy pocas veces la cogen bien, por el tallo. Quizá sea una tontería, pero recuerdo que en una fiesta a una persona muy allegada a mí, le corregí este defecto, y le expliqué cómo y por qué hay que coger la copa. Créanme si les digo que se fue corriendo la voz y a los diez minutos, aparte de que casi todo el mundo tenia bien cogida la copa, era gracioso ver que si alguien no lo hacía rápidamente había alguien que le corregía con la consiguiente explicación. Sirvió sin duda para que a la mayoría de los que estaban ahí no se le olvidara nunca cómo se debe coger una copa de vino.
Hacía tiempo que quería escribir sobre ello, pero lo he ido relegando. Ahora no estaría mal que si viéramos esto en terceras personas lo corrigiéramos, con la consiguiente explicación del qué, cómo y por qué.