En la antigüedad el barro, las tinajas, se utilizaban entre otras cosas para guardar vino. Por supuesto, con todo el desconocimiento científico en la materia pero con la fuerza de la experiencia y los resultados obtenidos. ¿Qué lograban con ello? Pues un método de crianza que en tiempos mucho más recientes se ha podido comprobar que es de gran eficacia. Antes de las características puramente enológicas estamos ante un producto totalmente natural y con respeto al medio ambiente. Luego, pues como valor añadido para las bodegas que lo han empezado a utilizar, emulando a los antiguos, están sus dos grandes beneficios:
- Lenta y constante oxigenación.
- Concentración del contenido debido a la microevaporación.
Hay vinos que por sus características o por los varietales empleados en la elaboración no necesitan o no toleran bien los aportes de la madera de las barricas de crianza, pero que mejoran considerablemente si logramos una mayor concentración del mismo, aromas y sabores más intensos e integrados; eso se obtiene con la evaporación a través de las paredes porosas del barro. El otro aspecto relevante es el logro en la estabilización del vino, sobre todo su color y aporte de fruta, que se obtiene con la lenta y constante oxigenación.
En Tenerife, Bodegas Viñátigo está experimentando con ello en la actualidad; se trata de dos vinos monovarietales, uno de Negramoll y otro de Tintilla -la primera tiene baja carga tánica pero es sutil en boca, mientras que la segunda es una variedda con mucha estructura y potencia- introducidos cada uno una parte en ánfora de barro de 225 litros y la otra en una barrica usada de roble francés con la misma capacidad. El objetivo es ver a partir de ahora la evolución de ambos en esos diferentes recipientes durante el mismo periodo de tiempo para poder obtener datos que contrastar.El barro y el vino