En Canarias contamos con una diversidad fantástica para los amantes del vino. Desde siempre, el canario ha considerado como suyo el vino tradicional que se elabora en todas las latitudes de las islas, encontrando marcadas diferencias en función de la altitud, la parcela, la orientación, el microclima, las variedades, los estilos de vinificación y hasta la simpatía del bodeguero.
Tintos que presumen de fruta siguiendo la técnica de la vinificación como es la maceración carbónica, tintos estructurados, con cuerpo y bien armados, que maduran noblemente en barricas de infinidad de capacidades, tipos de madera y edades, en las salas frescas y generalmente sombrías de las bodegas. Tintos jóvenes y frescos, con carácter volcánico y espíritu atlántico. Tintos de licor o naturalmente dulces para la sobremesa y por qué no, el aperitivo.
Tintos embotellados revisados con lupa o tintos populares a los que se le perdonan detalles por el ambiente lúdico que todo lo justifica en su consumo.
Uvas tintas de cotas altas que nos ofrecen rosados fantásticos, decisión acertadísima por muchos colegas del gremio y hasta los blancos de uva tinta, para suplir la demanda en zonas donde el cultivo escasea en variedades blancas. Todo lo que conlleve conservar un metro cuadrado de superficie vitícola, pensando en vinos de calidad, bienvenido sea.
Tintos de listán negro, negramoll/mulata, tintilla, vijariego negro/verijadiego, baboso negro/bastardo negro, castellana, listán prieto… En parrales, en vaso, en cordones, en rastras, en espalderas, de la costa, de la cumbre, del norte, del sur… de cualquiera de Las Afortunadas.