Un gran regalo de Navidad y Reyes para la bodega tinerfeña Viñátigo; la revista MIVINO, en su especial de diciembre-enero, ha incluído entre los Grandes Vinos de España a su tinto Elaboraciones Ancestrales 2015.
Viñátigo Elaboraciones Ancestrales tinto 2015 -Tintilla y Baboso Negro – D.O.P. Islas Canarias
Nota de cata de MIVINO: Expresión de una pureza excepcional. Sugerente, aromático y muy interesante. Tiene notas de flores, especias, incienso. Todo el conjunto es de cierto exotismo. Amable en boca, de tanino pulido, sabroso, sin renunciar a la frescura y con un recuerdo discreto del roble.
Especial “Grandes Vinos de España”
Revista MIVINO
DICEMBRE 2017 – ENERO 2018
Descorchamos algunas de las mejores referencias de nuestro país, esos a los que llamamos Grandes Vinos, para despedir con ellos el año viejo y saludar con lujo a un 2018 lleno de sueños. Pero, ¿cómo saber que un vino es Grande? ¿Un gran vino nace o se hace?
N o le faltaba razón a Goethe cuando aseguraba que la vida era muy corta como para beber mal vino. En nuestro país tenemos la gran suerte de que las elaboraciones gozan de una calidad incuestionable y, sobre todo, de una diversidad difícil de igualar por otros países productores. El sector del vino en España está más vivo que nunca y lo demuestra la evolución que se está dando en él en materia de protección del viñedo viejo y autóctono, en la forma de gestionar las nuevas plantaciones y en la manera de interpretar el campo que tiene la nueva hornada de viticultores. De este dinamismo, del interés que despiertan las nuevas corrientes de elaboración y de la tradición bien entendida que perdura y se hace fuerte a pesar del paso del tiempo, es de donde nacen hoy los grandes vinos de este país. Unos vinos que son capaces de contar la historia de un viñedo, de un pueblo, de una familia dedicada en cuerpo y alma a sus majuelos o de una uva que acabará expresándose pura, auténtica, sin dobleces ni maquillajes.
Entendemos que un gran vino es aquel que transmite sensaciones, que nos sugiere lugares en los que ya hemos estado antes, que nos embriaga con la sinceridad de sus aromas, que el tiempo consigue afinar y dotar de una maravillosa elegancia y nobleza. Todo este milagro comienza a hacerse en la misma planta. La ubicación privilegiada de la viña, el suelo donde la cepa se agarra a la vida y el paso del tiempo que enriquece la savia de los sarmientos son capitales para obtener un fruto digno de las más deliciosas elaboraciones. Es el agricultor el que tiene que conocer al dedillo todo lo que rodea a la cepa, averiguar sus necesidades y satisfacerla con mesura para que acabe dando la mejor uva posible. Esta uva recibirá todas y cada una de las atenciones en bodega con el único fin de que durante la bendita transformación del mosto en vino salgan a relucir todas sus virtudes en forma de aromas y sabores. Y aquí el enólogo debe ser el que garantice con su labor que no haya nada que interfiera en la autenticidad de la variedad y del viñedo. Una gran responsabilidad de la que depende buena parte de la grandeza del líquido final. Cuando parece que la obra está a punto de concluir llega el momento del reposo, de la crianza, de tomárselo con calma. Ahora el tiempo es el encargado de ir colocando todo en el sitio adecuado. Los sabores y las sensaciones se unen en un conjunto armónico que acabará resultando gozoso para nuestros sentidos.
En definitiva, el buen vino nace en la cepa y el hombre interviene preservando su naturaleza y ensalzando sus matices más nobles. En todo el proceso de creación, cualquier detalle es importante, pero sin una uva excepcional nunca se podrá hacer un vino con personalidad, genuino e inolvidable.
Fuentes: