Llegó el verano, el calor y con ellos el aumento del consumo de bebidas frías, como por ejemplo el de los vinos blancos y rosados. Un aperitivo, una copa antes de comer, cada vez es mayor el número de consumidores que se decantan por esta opción frente a la clásica cerveza. En Estados Unidos es indiscutible el liderazgo del vino como bebida social por excelencia, si bien en nuestras latitudes sigue el predominio de la “caña”.
Entre la amplia gama de blancos, rosados y algunos tintos, en Canarias tienen un lugar de honor los que denominamos afrutados; son, en definitiva, vinos jóvenes, frescos y ligeros, técnicamente semisecos o semidulces -en función de la cantidad de azúcar residual que tienen-. Se sigue discutiendo, a pesar de las estupendas cifras de ventas que presentan estos vinos, si tienen calidad o no, si son “vinos de mujeres”, etc, etc, etc. Irónicamente es como si casi nadie los bebiera, pero las cifras cantan y cada año nos bebemos algunos cientos de miles de litros de ellos.
Por supuesto que lo que marca nuestra decisión es el propio paladar, decantándonos del lado de esas elaboraciones o del de los secos, con muy baja cantidad de azúcar residual. En definitiva es ésto lo que nos debe hacer decidir, nuestros gustos personales, ya que tanto nos podemos encontrar ante excelentes vinos afrutados como ante otros estupendos secos. En primer lugar, lo más importante es tener en nuestras manos una botella de vino elaborado con calidad, blanco, rosado, tinto, espumoso, seco, afrutado, con o sin barrica, de una denominación de origen o de otra; luego el tipo de vino que va a llenar nuestras copas, en función de qué compañía, humana y gastronómica, vamos a tener.
Indiscutiblemente puede que nos encontremos ante unos vinos que tienen el atributo de ser muy buenos ejemplos de “iniciación”; antes de entrar en el consumo de elaboraciones más serias, con mucho carácter, sobre todo el público más joven y, es posible, que el femenino -incorporadas ellas de lleno al mundo del vino en épocas más recientes de nuestra historia- se enfrentan mucho mejor ante una copa de un blanco o rosado fresco, alegre, con menor graduación alcohólica y una acidez que invita a degustarlo hasta el final que ante esos secos, contundentes, que buscan platos más elaborados que un entrante o un simple aperitivo y, por qué no, una distendida reunión de amig@s.
A veces nos hemos encontrado en algunos concursos de vinos a catadores que castigan a los vinos afrutados que les toca valorar – pocos afortunadamente-, sin entrar a tomar en consideración si en la copa le presentan sencillamente un vino bien elaborado o no, que es lo importante. Demos una opción a esa copa que tiene la esencia de nuestras queridas Listán Blanco, Moscatel, Malvasía… Dejemos que sus ricos aromas a flores blancas o frutos tropicales nos embarguen y disfrutemos en la boca con su paso fácil, fresco y sin complejos. Como cualquier vino joven, éstos en especial donde la nariz es tan importante, mejor, mucho mejor, que sea de la última cosecha en el mercado; como debemos actuar ante los tintos jóvenes de maceración carbónica, por ejemplo. Pero esa es otra historia.
¡Sírvame un afrutado!